confesiones

Mujeres de Montevideo: Verónica

22 Dec 2016

Mujeres de Montevideo: Verónica

“Hace 8 años trabajo en el INAU con niños en desamparo que tienen entre 0 y 4 años. Soy operadora, mi función consiste en acompañar a los niños en diferentes tareas externas. Por ejemplo, a veces los llevo al club, al médico o al dentista. También trabajé en un programa que el INAU está implementando para desinstitucionalizar al niño y que le ofrece una familia y un hogar transitorio con el fin de estimular su desarrollo y generar más fortalezas individuales.

Yo soy psicóloga, pero a pesar de no ejercer mi profesión como tal en el INAU es parte de mi vida, me acompaña siempre y lo aplico día a día. Tengo otra visión de la realidad, otro trato con los chicos para poder sostenerlos. Los estimulo desde lo emocional, desde el vínculo y el afecto. También les hago ver los límites para que la frustración no los supere y que saquen una enseñanza de las situaciones negativas. Si te ponés a pensar, entre la psicología y mi trabajo hay un hilo muy estrecho, porque en ambos casos lo que nos mueve es ayudar al otro.

Estas problemáticas me atraparon y fueron por las que me decidí trabajar en el INAU. Muchos de nosotros tenemos una especie de Robin Hood adentro y queremos salvar al más necesitado. Lo hago con la esperanza de poder brindar y dejar algo positivo. Disfruto del vínculo con los niños, de saber que puedo hacer algo por ellos y de todo lo que me enseñan.

El mayor desafío es involucrarse en la medida justa y mantenerte entera, porque a nivel emocional sus historias son muy movilizadoras y emotivas. Lo importante es dar lo mejor de uno para que el niño se enamore de la vida a pesar de sus circunstancias. Si a uno a veces le cuesta ser positivo, imagínate a ellos. Es difícil, pero también es muy gratificante ver la seguridad que los niños adquieren en el proceso.

A quienes quieran trabajar en esta área les recomiendo que no se dejen contaminar por las injusticias sociales a las que se van a ver expuestos día a día. Que no desfallezcan, que sigan luchando por darle lo mejor a los chiquilines. Al principio entrás con muchas ganas y tenés una idealización que en lo cotidiano a veces se hace muy difícil de sostener porque se dan diversas situaciones, algunas más complicadas que otras y que son imprevisibles. Llegás a tener momentos de bajón, en los que te sentís agobiada, pero si elegimos esa tarea es porque algo les podemos dar. Fortalézcanse ahí adentro. Entrás para ayudar, pero ellos también te ayudan a vos. Te enseñan a crecer, a desarrollarte, a ver la vida desde otra perspectiva. Es un ida y vuelta. Así que uno consigue mucho más de lo que esperaba, aunque al principio no se cumplan las expectativas que se tenían en mente.”