confesiones

Mujeres de Montevideo: Teresa y Ema

25 Aug 2020

Mujeres de Montevideo

Teresa

“Nosotras éramos compañeritas en el Liceo Francés y tenemos 80 y 81 años, así que imagináte hace cuánto somos amigas. Es toda una vida compartida, somos dos hermanitas. Cuando podemos salir a caminar, si el tiempo lo permite como hoy, salimos.

Siempre mantuvimos el contacto mientras ella (Teresa) estuvo en el exterior. ¡Y era la época de las cartas! Cuando te respondían ya la situación había cambiado y no tenía nada que ver la respuesta. Pero no nos importaba.

Una de las imágenes más fuertes que tengo guardada, de un momento muy importante, lindo y entrañable de mi vida fue cuando nació mi hijo mayor porque en el momento en el que estaba naciendo sonaban las siete campanadas de la tarde. Yo me atendía en el Círculo Católico que estaba atrás de la Iglesia de los Capuchinos.

Mi embarazo fue un desafío porque mi mamá me había contado su propio embarazo y parto como algo muy difícil y terrible. Pero yo pensaba ‘el embarazo y el parto son lo más natural del mundo’. Y estaba tan preparada que hice toda la dilatación sin dolor y cuando las enfermeras me dijeron que caminara por los corredores, me tuvieron que llevar de urgencia a la sala de partos y en tres pujos nació. Yo me sentía una súper woman en ese momento.

Como madre cometí una cantidad de errores. El desafío más grande es que cuando tenés un hijo sos muy inmadura en una gran cantidad de cosas. Yo, al menos, era muy joven y quizá hoy en día haría las cosas de otra manera. Pero todo es parte del proceso”.

Ema

“Con mi familia tuvimos que irnos del país. Nos fuimos a España y mi marido, que es arquitecto, tuvo que hacer toda la facultad de nuevo teniendo 40 años para revalidar el título allá.

Nosotros estuvimos acá hasta el 76′ cuando, de un día para el otro, le dijeron a mi marido que se tenía que ir. Primero nos fuimos a Buenos Aires los dos, porque yo quise acompañarlo. Mis hijos quedaron con mi madre y a los 15 días ella los llevó para allá. De ahí nos fuimos para Europa porque en Buenos Aires también era muy peligroso: era igual o peor que acá.

El primer día que puse la cabeza en la almohada en España y pensé ‘ah, por fin voy a poder dormir tranquila’, me pareció maravilloso. Porque uno acá vivía pensando que iban a venir las fuerzas armadas a tocarte el timbre y llevarte.

Fueron tiempos muy difíciles. Estuvimos primero dos años en Barcelona mientras Jorge tramitaba el título y estudiaba. Vivíamos muy apretados y me acuerdo que con los tres niños los fines de semana nos íbamos a unos campos en las afueras de la ciudad donde iban muchos inmigrantes. Íbamos parados en el tren, todos apretados y yo pensaba ‘¡qué felices somos de que estamos todos juntos!’.

El desafío más grande fue mantener a toda la familia junta y que mis hijos pudieran seguir estudiando y salir adelante. Y por suerte así fue.

Vivimos en España durante 10 años, con tres niños. La más chiquita tenía cuatro años y el más grande 14 cuando nos fuimos. Y salimos adelante. Cuando se terminó la dictadura nos volvimos a empezar de nuevo acá.

Lo que más extrañé en el exilio fueron las amigas. Porque allí uno hace amigos, pero no es lo mismo. Cuando llegás acá y recuperás las amigas de siempre, es una gran alegría. Si no fuera por eso podría haber seguido viviendo allá.

Yo, que soy abogada y trabajaba en el Poder Judicial antes de irme, nunca pude trabajar allá. Trabajé con mi marido en su estudio, pero siempre fui dependiente. Cuando volví aquí -después de varios trámites- me reintegraron en el Poder Judicial y seguí trabajando hasta que me jubilé. Eso me hizo muy bien, aunque de todas formas lo más importante fue recuperar las amistades.”