soy mamá

Herencia maldita, por Magdalena Piñeyrúa

25 May 2016

Magdalena Piñeyrúa

Lo levanté de la mesa donde estaba cenando, lo llevé hasta el sillón, lo senté y muy enojada le dije: “No te rías”.

Él me respondió con una sonrisa gigante. Contraataqué: “Te dije que no te rías. Sacá esa sonrisa ya. Cuando tu madre te rezonga tú no te reís ¿entendiste?”.

Entonces me contestó “Sí, entendí” y la sonrisa creció aún más, tanto que parecía que se le iba a escapar de la cara.

A esa altura sentí que ya me estaba tomando el pelo: “Si te seguís riendo te vas a ir ya a la cama, sin postre y sin nada. ¡No te reís cuando te rezongan, caramba! ¡Dejá de reírte!”.

Y fue ahí, de repente, que en el medio de la sonrisa a mi hijo se le coló una pequeña mueca de angustia y me dijo sufriendo: “Yo ya entiendo mami que no me tengo que reír, pero no puedo parar de hacerlo…”

Sí, a pesar de que al instante volvió a sonreír, noté claramente el dejo de desesperación en su voz e inmediatamente me acordé del gen familiar.

Como un flashback hollywoodense vino a mi cabeza una imagen. Yo y mi padre, en la puerta de una empresa fúnebre, el día que hicimos el pacto de irnos a reír un rato al estacionamiento  para no entrar al velorio ambos con la sonrisa clavada en la cara.

Fuimos, nos largamos un par de carcajadas entre los autos estacionados y ahí sí, pudimos entrar a la sala velatoria con caras de buenas personas.

Siempre nos pasó eso, cuando había algo trágico que comunicar, cuando un jefe nos llamaba a su oficina porque tenía algo que decirnos, cuando una situación nos ponía nerviosos, se nos ponía la cara de “Juas, me acordé de un chiste muy gracioso”. Una expresión ridícula para ese tipo de ocasiones, pero inevitable para muchos de mis parientes.

Y entonces, mientras me debatía entre si seguir luchando contra la sonrisa de mi hijo o dejarlo volver a la mesa con su herencia maldita, me asomé a la cocina y ahí estaba su propio padre, escondido detrás de la mesa, tratando de arrancarse la impropia sonrisa de tentado que le provocaba la situación.

“Herencia doble” pensé. “Está frito este niño”.