confesiones

Día Internacional de la Mujer: la historia de NOELIA

08 Mar 2018

¿Hace cuánto sos maestra y cuándo lo decidiste?

Hace 14 años. En verdad, yo ya tenía dos hijos entonces tenía que buscar algo que pudiera estudiar con ellos dos y que no me moviera de Paysandú. A mí me gustaba y me quedé ahí. Yo vivía en Paysandú.

¿Ya sabías que querías ser maestra rural? ¿Qué te llevó?

No, porque he trabajado en todos los rubros. He sido maestra de tiempo completo, de escuelas Aprender, que son las antiguas escuelas de contexto desfavorable, soy maestra comunitaria y ahora estoy en la escuela rural, pero anduve por todos lados.

¿Hace cuánto estás en la rural?

Hace 3 años con este. Y a su vez en 2004 había estado en la misma escuela.

¿Cómo llegaste a la escuela rural?

La primera vez era recién recibida y la ansiedad de trabajar, ese año no había concursado entonces nos anotamos en la lista de recién recibidas y surgió la oportunidad y elegí esa escuela. Y en 2016 volví por opción, porque yo soy efectiva en una escuela de la ciudad de Paysandú, pero siempre dije “con más experiencia quiero volver al área rural”. Porque claro, mi primer año fue una gran prueba. Me gustó.

Decías a cuánto vivís y cómo hacés para ir…

Sí, yo vivo en Guichón que queda a 90 kilómetros de Paysandú y la escuela me queda a 33 kilómetros, los lunes vamos en un taxi que nos paga Fundación US MEM y volvemos el viernes en taxi. En la semana a veces sale algún vecino y yo me vengo a la ciudad a hacer trámites, mandados, vuelvo, me quedo en la escuela, pero trato de un miércoles o jueves venir a la ciudad para hacer algunas cosas. Vivo en la escuela de lunes a viernes. Me quedo con la auxiliar de servicio y con su hijo, que ellos viven ahí. Ahí en esa escuela no tenemos transporte público, solo se llega en vehículo propio.

¿Y los chiquilines cómo van?

Van en moto con sus padres, en auto, el año pasado teníamos dos que iban a caballo que vivían un poco más cerca, ahora tenemos dos alumnas que vienen de 15 kilómetros, su mamá se hace 60 kilómetros al día porque las trae, se va para la casa, las busca y se va.

¿Cuál fue la fuerza que te llevó a volver a trabajar en la escuela rural?

Yo veía que en el medio rural hay que generar las oportunidades, porque Educación Física no tienen, si queremos llevar a un profesor de Danza o de Teatro no hay, nadie va. Tenemos que pagarlo. Entonces como que yo quería volver para ver qué se podría hacer, qué oportunidades se podían generar. Entonces, asegurar que esos niños tuvieran todas las oportunidades, dentro de lo posible, como los niños de la ciudad.

¿Pudiste desarrollar algún proyecto?

Sí. En el año 2016 y 2017 hicimos un proyecto de teatro, el primer año tuvimos nuestra obra y el año pasado tuvimos la oportunidad de interactuar con el programa En Perspectiva de Emiliano Cotelo y Romina Andreoli. Fue una cosa que se fue dando que se nos transformó en algo maravilloso, una experiencia única, porque representamos con los niños uno de los cuentos, trabajamos todos los procesos de escritura, lectura, toda la parte escénica, oralidad, los contenidos programáticos que se pudieron trabajar, pero hubo otras cosas. Familias que nunca habían viajado a Montevideo y cuando surgió la oportunidad de visitar el programa acá, yo lo primero que dije fue “solo con los niños no, vamos con la familia”. Y de ahí la escuela se nos llenó de gente todo el año, que es una escuela que no es fácil de llegar e incluso actores sociales de la zona que no se acercaban se empezaron a acercar. Tendimos muchas redes, visitamos escuelas de la zona, fuimos a actuar y después aparte que hicimos -que fue el cierre- la actuación con un teatro de verdad, con cortinas de terciopelo bordeaux, con asientos preciosos, hicimos en un escenario la actuación. Y luego de eso, el Instituto Nacional de Colonización nos pagó una cena y éramos unos verdaderos artistas, hicimos la obra de teatro y fuimos a cenar a un restaurante. Todos los lujos.

¿Qué edades tienen los chicos?

Bueno, 3, 4, 6, 7, dos de 10 y el nene de sexto que este año ya no está, entró a la Escuela Agraria de Guichón.

 

Esto del teatro para mí puede responder esta pregunta, pero ¿cuál fue tu mayor logro o experiencia más rica?

En verdad, en esta escuela fue esto. Yo creo que marcó un antes y un después, porque yo lo que quería era demostrarle a los padres que se puede, que Montevideo no está alejado, que no es para los otros, es para todos, es nuestra capital y estamos en el mismo país. Y que con la tecnología, no importa si estamos en el medio rural, nos podemos comunicar con quien sea. Nosotros mandamos un correo a Emiliano Cotelo y a las dos horas nos respondieron. Y yo los fui involucrando a todos, cada novedad les iba contando a los padres. “¿Será, maestra, que podemos ir?” Y era demostrarles a todos que se puede.

¿Cuál fue tu mayor aprendizaje siendo maestra rural?

Siendo maestra rural… siendo maestra en general, hay varias cosas. En primer lugar, eso me enseñó otra maestra, no ver a los niños como un nombre, sino una persona que tiene vivencias. No es lo mismo trabajar en un taller con herramientas que las limpiás y las colgás y te vas a tu casa. Los niños viven la escuela, es otra cosa. Hay sentimientos,  frustraciones, discusiones en la casa la noche anterior, conversaciones que escuchan, entonces verlos como personas.

¿Qué mensaje tenés para dejarles a las mujeres uruguayas?

A las mujeres uruguayas me gustaría decirles que estemos donde estemos, así sea una esquina vendiendo artesanías o en un escritorio o limpiando un lugar, siempre tenemos algo para dejar, para dar. Eso es lo que nos enriquece más, a veces no pensar tanto en lo que hago para mí, sino siempre pensar en dejar algo donde estemos. Siempre alguien necesita una palabra, una mirada… En mi caso en esta escuela yo lo que quiero que les quede claro es que ellos pueden, que la distancia no es impedimento, que pueden acceder a todo. A todo. Que va a costar un poco más de horas, tiempo, pero pueden.

¿Cuál es el granito de arena que sentís que siendo maestra rural aportás a las mujeres en Uruguay?

En mi comunidad, contagiar a las mujeres y acompañarlas. Porque yo estoy en la escuela, ellas en sus casas y están muy solas, porque viven muy separadas entre ellas. Y siempre estar comunicada, siempre comunicarles algo, si hay un trámite, si se pueden involucrar en un proyecto. Hay una idea a estar por fuera, como que “eso no es para mí”. Y ahí está el rol de la maestra, que esto no lo hago yo, lo hacen todas las maestras rurales. Tratan de juntar, de animar a las mujeres.

¿Qué significan tus alumnos para ti?

Son mi fuente de inspiración, de acuerdo a la clase que tengo y a los niños que tengo, pienso las actividades. Siempre pienso “así Fulanito no va a entender, lo tengo que explicar de tal manera; pero aquella nena lo va a entender rapidísimo, entonces tengo que ponerle una pregunta más”. Siempre pensar, tratar de pensar. No es tan perfecto, no siempre se logra, pero apunto a eso. Adaptarme, tener en cuenta sus contextos, su nivel conceptual, todo. Incluso hay actividades que decís “no la voy a hacer, sino más adelante porque tal niño pasó por tal situación y lo puede tocar”. Manejando eso.

¿Qué dificultades creés que atravesás como maestra rural a diferencia de otras maestras?

En verdad podría decir el estar un poco sola, pero nos comunicamos. Hoy con la tecnología, los correos, el WhatsApp, estamos todo el tiempo intercambiando proyectos, cosas. La familia se extraña, sí. Pero yo no soy de las que estoy más lejos, entonces no me puedo quejar. Hay maestras que están mucho más lejos que yo y en lugares que no pueden salir.

¿Qué riqueza sentís que te llevás de todo esto?

La comunicación con la gente. En esta colonia donde yo estoy, Colonia Juan Gutiérrez, la gente es muy solidaria. Acá, el que sale a la ciudad te dice “¿Maestra, necesita algo?”. O sino la preocupación, “Maestra, viene creciendo el Río, ¿no se va a ir?”. Hay eso. Después, el vecino de enfrente hace queso y siempre está colaborando con la escuela. La otra vecina tiene venta de huevos y colabora con la escuela. Son todos solidarios.