confesiones

Día Internacional de la Mujer: la historia de BEATRIZ

08 Mar 2018

Vimos que tenés más que currículum, pero nos queríamos centrar en tu trabajo con los niños.

Yo este año en realidad lo que quería era que se conociera el Centro de Quemados de Niños. Porque hasta en los diarios, en los medios cuando hablan del tema, hablan del CENAQUE. Y no es que tengamos competencia, pero el de niños no existe como tal y es una realidad. Es el único centro de referencia y por eso la campaña que se hizo en 2015 para ZumbAmigos, para juntar plata y armar el gimnasio de fisioterapia. Y el año pasado la movida que nos ayudó Disco para la compra de la bañera de hidroterapia, que recién la compraron y que está viniendo y en cuatro meses estará instalada. Esa fue en parte la intención mía de que se conociera que había un centro de referencia para niños, que está en el quinto piso y que no es que tengamos nada en contra, pero somos diferentes al CENAQUE.

¿Cuándo entraste al centro?

En 1998. Entré como cirujano plástico suplente. Hasta el 97 que se inauguró estaba en la planta baja del Pereira Rossell, se llamaba ‘La Casita Rosada’. Ahí se planteó un proyecto de crear el primer centro de quemado de niños y único en Uruguay. Yo entré en el 98 como cirujano plástico suplente, después hice la carrera de cirujano plástico titular, después entré como cirujano coordinador de planta y después en jefatura del centro, más o menos tres años.

¿Tuviste algún momento de duda en que dijiste no puedo con esto?

No, cada dificultad era un estímulo para tratar de mejorar. Cada niño que yo veía que la cirugía era más compleja, más me esforzaba en sacarlo en menos tiempo y tratar de que fuera más corta su estadía ahí. Y tratar de armar un equipo para ir mejorando todo lo que podíamos ir dando.

¿Cuál fue una de las experiencias que recuerdes como las más ricas ahí?

Un niño, Álvaro, que era de Artigas, fue un gran quemado y vivió 10 meses y medio internado. Se le hizo un número de 34 cirugías. Ahora tiene 16 años, tenía 9. Hubo varias dificultades en la recuperación y el resultado de las cirugías y cada cosa que hacía era medio paso para adelante y uno para atrás. Y bueno, un día dije “esto tiene que salir” y ahí como te ponés el paciente al hombro. Ese niño no iba a cumplir los 12 meses acá adentro de ninguna manera y bueno, empezamos a tratar de aguantar las cirugías, los tipos de curaciones y salió. Pero el cuento por qué: primero porque fue el paciente que más tiempo tuve, no siendo jefa ni mucho menos. Sino que cuando salió, él y el padre no tenían donde quedarse y me lo llevé a mi casa. Llamé a mi marido y le dije “te aviso que vienen dos personas a quedarse a casa”. El niño y el padre. Sigo en contacto, cada tanto viene y ahora es un niño de 16 años estupendo, muy buen mozo, le va bien en los estudios, se fue para el lado de Rivera y está estudiando en la UTU. Le va muy bien. Es un niño emblemático en el hospital porque nunca tuvimos un niño tanto tiempo.

¿Qué le había pasado?

Entrevistada: Fue una quemadura por fuego directo. Prendió fuego y se incendió. Ahora tengo una niña de 12 meses ya, hace tres que está con nosotros, que se quemó toda la cara. Hay cosas que son muy decepcionantes. Cuando tú querés hacer algo y no lo lográs. O sea, yo quiero mejorar esta niña, pero no voy a poder. Es horrible, es decepcionante, te deprimís y lo tenés en la cabeza. Tenemos que entender que el reintegro a la sociedad es muy difícil. Porque la sociedad todavía juzga mucho y todo lo que es diferente es señalizado. Esa niña tiene un año y tiene que empezar toda una vida totalmente porque se quemó toda la cara y las manos.

¿Cuál sentís que hay asido tu mayor aprendizaje en este recorrido?

Trabajar en equipo. Tratar de tener buenos colaboradores y grupos que se ponen la camiseta por el lugar.

¿Tenés algún mensaje para darle a las mujeres uruguayas?

Creo que es una frase trillada la de los sueños… No los sueños, pero si uno pone una meta, no importa tanto de dónde vengas ni el nivel. Hay gente que dice “no tengo estas opciones”. Pero si tú me decís, la perseverancia es la base. Siempre hago una comparación: un Mercedes y un Fitito, tú podés ser un Mercedes y el otro un Fitito, pero sí tú a ese Mercedes no le ponés la llave , no pasa nada. Pero si ese Fitito le das la llave y sale andando, es mucho mejor el Fitito que el Mercedes. Entonces siempre digo, no preocuparse de las diferencias de antes. Porque si no lo saben hacer funcionar, no importa qué sea. El chiquito va a andar más y llegar más lejos. Es clara la comparación. Y entonces digo eso, yo me siento un Fitito.

 

¿Hay algún tipo de cuidado especial que necesiten los niños diferente a los adultos? Más allá del tratamiento, algo recreativo, alguna atención diferente.

Los niños quemados requieren toda su vida… Primero, en el centro contamos también con psiquiatra y psicólogo. Necesitan. Mateo, un niño quemado por fuego directo el año pasado, sufrió quemadoras graves de tercer grado y no supera el accidente. Te ve y te dice “quiero agua, mojame con agua”. Los niños quemados  ven los colores naranja, rojo y asocian al fuego. Buscan los colores claros, celeste, blanco, el agua. Entonces ese niño tiene que tener una asistencia de psicólogo y psiquiatra por muchos años.

¿Y cómo te sentís vos con los niños?

Bien, sí. La verdad que yo el trato de igual a igual. Cuando se ponen bobos, yo me pongo boba. Si no me quieren hablar, yo no les hablo. A ese nivel. Y vos cuando tenés esa complicidad, que si llora yo lloro, te quedan mirando. Y entonces empezás en ese juego de tratar de manejarlos pero tratándoles de explicar. Si les explicás, excepto que tengan una dificultad de un medio social o familiar que no los contenga en nada. Obviamente, son incontrolables porque ya es un problema del medio, pero en familias que los niños están controlados y estables, tú hablás y ellos te entienden siempre. Tengan la edad que tengan. Y es más fácil tratar a un niño más bien pequeño que a un adolescente. Ya cuando empiezan con 12 o 14 años con otros temores y es más difícil que te entiendan.