confesiones

Chester: el perro que cambió mi vida, por Belu Mare

02 Jun 2017

Cuando llegó Chester a casa mi vida cambió. Jamás había cuidado de mí ni de nadie, porque simplemente nunca había nacido esa sensación. Pero ese día decidí que estaba lista para cambiar mi vida, cuidar de un ser vivo y darle todo mi amor y atención. Ese día cambió todo, ese día llegó Chester.

Llegó a casa con casi 30 días de vida. Era una cosa bien chiquita. Chester es un Yorkshire Terrier, pero sinceramente jamás me importó la raza, es más, estaba descuidado en una casa de tierra…

Vivo con mis papás y estuve toda la vida queriendo un perro. Siempre fue un ‘no’ o un ‘cuando tengas tu casa y tus cosas’ y muchas formas más de decir que no. Yo me enojaba siempre, pero hoy en día puedo decirte que ese NO que me decían era por algo. No estaba lista antes para dedicarle mi amor y poder recibir todo. No estaba lista para cuidar y que me cuiden.

Un día de diciembre senté a mi mamá y le dije que había llegado la hora de tener un perro. Estaba sintiendo ese reloj biológico (por así decirlo) y que un hijo no iba a tener, pero que era el momento de cuidar, amar, crecer. Y así como ese día sentí eso, ese día me dijeron ‘dale’. DALE. Yo no podía creer que toda la energía del mundo se abrió para que ese momento llegara. Les dije a mis papás que yo lo iba a cuidar, que es mi perro, es mi mejor amigo, es mi hijo y que jamás iba a molestar. La única condición era que tenía que ser un perro chico.

Yo pasaba ese año nuevo en Buenos Aires y hacía tiempo que estaba todo arreglado, por lo tanto, si quería un perrito, tenía que ser en enero. Bien. La ansiedad por el momento que esperé toda la vida era impresionante. Me puse a buscar, no quería comprar un perro de miles de dólares porque no me interesaba, pero tampoco podía adoptar cualquier criatura hermosa que hay porque tenía que ser chico y porque soy alérgica a los pelos de perro (sí, por suerte el Yorkie no pierde pelo). En fin, Chester apareció en una web donde estaban ofreciendo perritos que recién nacidos. Una casa normal, nada de criadero, nada cheto e importante. Cuando fui a verlo estaba tirado en piso de tierra, barro, ahí en el frente de la casa y a tan pocos días de nacimiento. Fui sin compromiso, me enamore. Él estaba solo y seguro esperándome. Me lo lleve, no podía verlo así tampoco. Le di dinero por los cuidados que habían tenido (ninguno sinceramente) y nos fuimos a su nueva vida.

Llegó a casa muy chiquito y hacía tiempo con su mamá, así que me tomo a mí y a los miembros de mi casa como su grupo. Jamás lloro, ni el primer día que vino a casa ni los siguientes. Digamos que no fue sacado de su manada, Chester ni siquiera tenía una.

Estaba enfermo. Tenía parásitos al grado que le salían las lombrices por la boca. Sí. Por la boca. Tenía los intestinos y el estómago completamente tomado. Por esa razón hoy en día sufre de gastritis crónica. Con mucha paciencia y cuidado logramos salir de esa y no pasó nada. Acuérdense que era una cosa chiquita de 30 días. También estaba lleno de pulgas, sucio.

Invertí mi tiempo, mis días, mis horas, plata, todo lo que tenía alrededor por este sueño cumplido y encima la situación se me había dado para poder dar todo el amor y el cuidado que sentía por alguien. Estaba todo alineado. Y así fue, todos los días dormía en el piso y el contra mí (hacía pis cada rato, al tiempo pasamos a la cama), todo el día estábamos limpiando con algodón tibio la cola, todos los días nos mirábamos, dormíamos, aprendíamos a comer, a jugar.

Crecíamos juntos. Él se curaba, crecía, yo me curaba, crecía.

Gracias a Chester conocí muchas cosas que no conocía de mí. Gracias a Chester deje de ser egoísta y empecé a preocuparme por otro. Gracias a Chester aprendí a cuidar. Gracias a Chester nació la hermosa sensación de saber que tenés a alguien en tu casa que te espera. Gracias a Chester conocí la responsabilidad. Gracias a Chester conocí los nervios. Gracias a Chester conocí lo que es tener un vínculo único con alguien. En Chester hay un alma que vino a este mundo para estar conmigo en un momento donde todo estaba desequilibrado.

No tengan una mascota si no tienen tiempo, lugar, ganas. No tengan una mascota por moda, ni porque sus amigos tienen o porque están aburridos.

Tengan una mascota, un ser vivo, porque llegó ese momento de tener, de compartir, de cuidar, de criar, de conectar y estar a la PAR. Sean responsables, vos, tus hijos, quien sea. Mis papas por algo me decían “más adelante”, “después”, “todavía no.” Yo espere también. Nada hubiese sido igual que hoy.