vida sana

Benditas contracturas, por Lau Almeida 

31 Jul 2021

Desde que tengo 18 años sufro de contracturas, pero sobre todo las que más padezco son en las cervicales. He probado varias terapias alternativas cansada de tanto fármaco, y descubrí que nada como hacer yoga y unos buenos masajes.

Me contracturo cuando estoy muy estresada y sin hacer yoga regularmente. Me viene muchísimo dolor de cabeza, náuseas, mareos y hasta hormigueo en la cara. Una vez con 24 años, luego de que falleciera mi padre y mi novio me dejara después de 2 años de relación, pasé 30 días consecutivos con dolor de cabeza: no había calmante ni relajante muscular que me lo sacara hasta que en la emergencia del sanatorio nos dijeron a mí y a mi madre que lo próximo que tenían para pasarme era morfina ya que no había nada más para hacer. Casi sonámbula decidí levantarme de la camilla e irme para empezar a hacerme cargo de mi dolor buscando ayuda de otro tipo. En el ínterin mientras encontraba la salida, la neuróloga me mandó unas pastillas fuertísimas que me calmaban el dolor por unas horas.

Fui a hacerme masajes a lo de una chica que me recomendaron, Victoria Pazos, que no solamente me hacía masajes, sino que también me transmitía energía a través de sus manos gracias a la técnica del Reiki. A los pocos meses me iba a vivir a Barcelona con una amiga, para estudiar y salir de toda la nube negra en la que me encontraba y Victoria me invitó a iniciarme en el primer nivel de Reiki, introduciéndome también al mundo de los cristales energéticos. Una linda tarde de sábado, allá por febrero de 2012, recibí la iniciación de Reiki en su casa de Solymar donde me regaló un amuleto de Ganesha y un cuarzo rosado que me acompañan hasta hoy en día. El cuarzo de color rosa está relacionado directamente con el corazón y si hay algo que yo me daba cuenta era que quería y necesitaba sanar; mi corazón.

No siempre es fácil elegir un camino diferente y que sea bien recibido por el entorno, por lo menos hablo de mí y de mi experiencia. Lo único que sabía, dijeran lo que dijeran, es que en ese cuarzo gigante sobre mi pecho y mi corazón encontraba refugio, encontraba calma.

Al mismo tiempo, una compañera de trabajo me recomendó ir a un quiropráctico que me reafirmó mi problema de bruxismo y me mandó directamente al dentista para que haga los ajustes necesarios en mi placa de acrílico. La placa es buenísima porque evita que nos quedemos básicamente sin dientes, pero no evita las contracturas a niveles de la mandíbula, ni cervicales. Así que, atando todos los cabos, todo conducía a lo mismo: tenía que aflojarme y relajar.

Practicaba yoga todos los días con una profesora particular que venía a las 7 de la mañana a mi casa y gracias al Reiki que me hacía yo misma, el cuarzo y mi gran fuerza de voluntad día a día me sentía un poquito mejor, aunque el dolor de cabeza seguía…

Una vez instalada en Barcelona, lo primero que hice fue recorrer los centros de yoga que había investigado desde Montevideo y el elegido fue Yoga Studio Barcelona (http://estudiodeyoga.com/) donde hacen Hatha yoga fusionando las técnicas de Sivananda, Ashtanga, Vinyasa e Iyengar. Además de armonizarme necesitaba una clase de yoga que fuera exigente y dulce al mismo tiempo para mover cada músculo de mi cuerpo, pero sin quedar más contracturada. Por suerte había llegado al lugar indicado. En Montevideo empecé a los 18 años a hacer Yoga en distintos clubes y centros especializados, pero nada había sido ni cerca similar a la experiencia que viví en este centro. Fue llegar con dolor de cabeza a Barcelona, invertir esos 60 euros por la mensualidad y practicar 3 días seguidos para dejar de tomar las pastillas que me había recetado la neuróloga. En esos 6 meses, yendo 3 veces por semana, descubrí mucho de mi cuerpo, de lo que me hacía bien, de lo que no, de lo que me costaba más y de los desafíos que se me presentaban. Aprendí lo bueno que es mantener una postura, de ir hasta donde podamos sin sobre exigirnos y de investigar posturas o respiraciones sin que me dijesen como hacerlas. Todo esto, como si hubiese una memoria antigua que ya sabía todo y en realidad lo único que estaba haciendo era recordar.

Lo más lindo era salir de cada clase caminando por Plaza Catalunya, más ligera, más liviana y hasta un par de centímetros más alta. Caminando con el corazón abierto, llorando lo que había que llorar para dejar entrar lo nuevo, para sentir la libertad.

Una vez en Montevideo empecé a hacer yoga con Victoria Varela en Bindu Yoga a quien quiero y admiro muchísimo. Sus clases son muy similares a las de Barcelona y me di cuenta que a los lugares que había ido antes del viaje no me dieron lo que yo necesitaba; pero habían sido necesarios para llegar a ese grado de autoconocimiento, de experimentación y de confianza.

El cuerpo es como una plantita que hay que cuidar y regar todos los días, no es que por hacer durante 12 años yoga ya es suficiente. Hoy tengo 30 y si dejo de practicar, vuelvo a esa rigidez, pesadez de antes, tal vez no exactamente igual, porque hay un camino recorrido, pero SI.

Hoy en día con tanto trabajo se me dificulta llegar a las clases, pero trato de hacer un poco todas las mañanas y/o noches. Así que a continuación te paso una mini rutina que me ayuda mucho, que combina yoga, masajes, gemoterapia y aromaterapia. No lleva más de 20 minutos y es un mimo a tu cuerpo y a tu alma.

Y si nunca hiciste yoga, ojalá sea una invitación para comenzar (:

Paráte sobre uno de los bordes de la mat de yoga y realizá 3 saludos al sol completos. El primero bien lento y con cada postura bien marcada, el segundo y el tercero un poco más ágiles. Una vez que finalices, ascotáte sobre la mat en shavasana o postura del cadáver. Cuando lo sientas, levantá las piernas para ir a sarvangasana – postura de la vela. Esta postura se considera tradicionalmente la reina de las posturas invertidas que beneficia a todo el cuerpo ya que invierte el flujo de sangre, por lo que aumenta el aporte de sangre a la cara y al cerebro. Allí acomodá los brazos y el cuerpo hasta estar cómoda y mantenéte unos 3 minutos. Luego llevá las piernas hacia la cabeza en Halasana, la postura del arado que calma el cerebro, estimula los órganos abdominales y la glándula tiroides, pero sobre todo lo que nos interesa a nosotras: estira los hombros y la columna vertebral. Una vez hayas sostenido por un par de minutos la postura, podés volver a posición horizontal en shavasana bajando suavemente vértebra por vértebra. Cuando lo sientas, lleva el mentón al pecho y sostené la cabeza con los brazos estirando el cuello con mucha delicadeza y amor. Vas a ver que te suenan todas las vértebras y la sensación es demasiado placentera (: La contra postura de estas asanas o posturas que venís haciendo es: balasana – postura del bebé que es un mimo para toda la columna vertebral, sobre todo para la zona lumbar. Una vez estás ahí apoyá el chacra corona en la mat, como si fueses a hacer shirshana – paro de cabeza, pero con las manos sobre la mat una a cada lado de la cabeza. Una vez sientas la postura firme para el cuello empezá a hacer círculos con la cabeza sobre la mat, masajeando todo el cuero cabelludo, vas a ver qué hay zonas que duelen más que otras, pero es ese dolor que trae calma y alivia.

Luego ya nos quedan unos pocos minutitos para finalizar la práctica así que volvé a posición horizontal en shavasana y colocá un cuarzo rosa sobre tu pecho. Con los ojos cerrados empezá a masajear con la yema de los dedos en pequeños circulitos para un lado y para el otro, la unión del maxilar con el cráneo, si es con óleo 31 de Just muchísimo mejor (http://swissjustamerica.com/uy/es/). Luego masajeá toda la mandíbula, punto por punto, las sienes, la frente, abajo de los ojos, arriba, incluso si querés presionar la zona de los párpados contra el hueso, todo el cuero cabelludo hasta tirar un poco del cabello. Si estás con el efecto del óleo 31, que también podría ser el aceite esencial de menta verde que venden los chinos, quédate unos minutos acostada inhalando toda su frescura y una vez que lo sientas incorporáte de a poco. Vas a ver que ya no tenés más dolor de cabeza (:

Si sos fan de los productos de Just como yo y tenés la crema de enebro, te la podés pasar por las cervicales y cuello para ayudar a relajar la zona ya que es ideal para las contracturas musculares.

He intentado ir a la causa de este dolor a través de la acupuntura o la homeopatía y todavía no he logrado dejar de tener contracturas. Hay épocas que estoy bárbara, otras que estoy un poco peor y coinciden a que es cuando dejo de practicar yoga, de mimarme con un masaje y estoy más estresada.

Me encantaría y deseo de corazón en algún momento no atacar más el síntoma, sino que ya no exista la causa de tanto bruxismo y contractura. Pero de momento estoy contenta de haber podido dejar los fármacos, no digo que nunca los tome, pero ya no dependo de una pastilla para vivir. Si me viene jaqueca fuerte, en vez de tomar el relajante muscular, intento encontrar unos minutos y un espacio vacío para realizar la práctica. Sé que suena fácil y después es muy difícil llevarlo a cabo por estar atrapada en la mátrix, pero vale la pena parar, respirar y sentir qué es lo que necesitamos. Al final nosotras somos el plato principal de todos nuestros vínculos y si no nos cuidamos, no vamos a estar disponibles para nosotras mismas, ni para los demás.